Entre mazmorras (1ª parte)

“Cuando ella me pidió lo más oscuro, descendí hasta el centro mismo del infierno por hacerla feliz. Cuando ella susurró en mis oídos palabras de sangre, tendí mis manos más allá de los límites para teñir de rojo su felicidad. Cuando ella me abrasó como un fuego y me pidió la vida de mis seres queridos, llorando se la di para saciar su sed. Hoy al amanecer, dormida junto a mí, ví en sus sueños mi muerte y quise huir. La calle estaba fría. Volví para tenderme de nuevo junto a ella, y velar su sueño, abrazándola hasta su despertar” (Jordi Cebrián-2001)
Son las dos de la madrugada. El silencio y la quietud de la oscuridad llena todos los rincones de la ciudad, colándose en el interior de las casas a través de las ventanas que permanecen abiertas tratando de absorber algún hálito de viento que alivie el asfixiante calor de esa noche de finales de julio. Una sobrecarga en la red eléctrica que suministraba al barrio, ha inutilizado el aire acondicionado y lo ha dejado en tinieblas. Así que nada perturba el sosiego de las sombras. Ni el aire, ni la luz.Trato de dormir entre las gotas de sudor que ahogan mi cara y bañan de agua caliente mi cuerpo. Me incorporo en la cama buscando alguna referencia que me ayude a conciliar el sueño. El abrumador silencio hace daño a mis oídos. En eso, en la calle, una sombra se mueve fugazmente, enganchándose por una fracción de segundo en la periferia de mi visión. Supuse que se trataba de un animal y me dirigí hacia la ventana. De entre los matorrales que cercan el estacionamiento surgió algo que se me plantó al frente con rapidez. Se trataba de un gato. Un enorme angora blanco de ojos azules destellantes, como diamantes vivos. El felino me miró, lamiendo su boca pequeña, la que a su vez abrió para enseñarme sus colmillos puntiagudos y su lengua rosa pálido. Yo me hallaba paralizado, sin haberme recuperado del sobresalto. Sin embargo, el animal me gustó al instante. Le sonreí pues me agradó su belleza, después de todo siempre sonreímos a las cosas hermosas. El angora estiró sus patas y dio un salto lleno de elegancia, desapareciendo en la oscuridad, tragado por los matorrales.
Volví a la cama intentando llevar al sueño la visión de aquél felino tan especial. Mis ojos comenzaban a cerrarse cuando entre la penumbra de los arbustos, logré distinguir una mancha blanca que se desplazó furtiva. Sentí curiosidad. Me incorporé despacio, salí al balcón y cuando estuve frente a la malla que me separa del jardín ví al angora blanco. Se acercó a mí saludándome con un acortado maullido. Yo le miré fascinado. El animal se levantó en dos patas apoyándose sobre la tela metálica. Su torso era liso, aperlado, con delgadas venas azules transparentadas a través de la piel. Noté que se trataba de una hembra. Erguida y orgullosa, el angora permaneció con sus ojos fijos en los míos por unos instantes, y al igual que la primera vez, se marchó de un salto. Regresé a la cama en medio de largos bostezos, cuando percibí un olor fino, mezcla de rosas, canela y sal que me embriagó. Hipnotizado por mi sueño-visión y en medio de una borrachera que me producía el olor, tuve la sensación que estaba a punto de traspasar las puertas de una dimensión desconocida que, literalmente, se estaban abriendo ante mis narices. Decidí seguir mi instinto y la fragancia que impregnaba cada vez más mis sentidos, envueltos en una extraña dulzura.
El olor se perdía por una vereda que conducía a un pequeño promontorio fuera de la ciudad. Intuí que era el aroma que precedía a la gata. Supe que ella, de alguna manera me estaba conduciendo a ese espacio para mí inexplorado y atrayente y no dudé en tratar de alcanzarlo. No me di cuenta del tiempo que había estado caminando hasta que percibí la claridad del día que despuntaba. Sin saber cómo me metí en la espesura de una niebla que apareció de la nada. Me pareció escuchar a la gata maullar, rompiendo la primera luz de la mañana. Era su reclamo. Cerré los ojos y la olí provocando que mi respiración doblase su ritmo y que mis manos se humedecieran. Su dominio, si, su dominio, era devastador y penetraba por cada poro de mi piel, invadiendo todos y cada uno de los pasadizos de mi mente. Seguí unos metros más y, de repente, saliendo de las entrañas de la tierra se alzaban imponentes, rodeadas de bruma, las torres de un castillo.
Allí me dirigí entre una mezcla de deseo y temor, el estimulante más potente para mí…
8 comentarios
Para mnkantavivir, cautiva sin felinos -
mnkantavivir -
besos
Para rebel, en flor todo el año -
Para Aire, silenciosa como ella misma -
Para ahymara, en defensa propia -
rebel -
Bajo nubarrones rosados
paradójicamente puede esperarse que se aclare
el sentido de todo
El enigma seguirá en la 2 parte:
besos
***
Aire -
Yo habia venido por aqui ayer pero no deje comentario, solo queria agradecerte tu visita, me gusto lo escrito, me gustan las historias mucho. Recibe un abrazo y regresare a leerte.
ahymara -
te dije alguna vez q no me gustan los gatos?